10 Enfermería
La enfermería era una especie de hospital dentro del campo. En sus comienzos, ocupaba los dos primeros barracones funcionales a la derecha de la calle y estaba equipada con aparatos modernos y costosos. La SS la usaba con fines propagandísticos y la mostraba a las delegaciones que visitaban el campo. Tenía dos quirófanos, una farmacia, un laboratorio, diversos ambulatorios, una morgue, pero la realidad era otra: los prisioneros en la enfermería estaban expuestos a pésimas condiciones y los médicos de la SS prácticamente no se ocupaban de ellos. Imperaba, además, una tremenda escasez de medicamentos y de material de curación, y no fue sino hasta 1943 que se autorizó a prisioneros médicos de profesión que atendieran a sus compañeros de reclusión.
Con el estallido de la guerra, las condiciones de vida de los prisioneros empeoraron notoria y rápidamente. La desnutrición, la falta de higiene y el agotamiento físico hicieron que su estado de salud se tornara desolador. Con el paso del tiempo, la enfermería fue creciendo hasta ocupar cinco barracones más, de manera que, en total, fueron siete los “bloques de la enfermería” que un sendero techado comunicaba entre sí. Las enfermedades infecciosas cundían con celeridad, sobre todo en la fase final de la guerra, de modo que la enfermería se fue convirtiendo cada vez más en un sitio al que los prisioneros llegaban únicamente a morir.
A partir de 1941, los médicos de la SS realizaron en la enfermería crueles experimentos con los prisioneros. Por encargo de la Fuerza Aérea, experimentaron con hipotermia, altura y agua de mar. Arriesgaron la vida de prisioneros somentiéndolos a bajas temperaturas en pilas de agua, exponiéndolos a extremos cambios de presión en una cámara hipobárica y obligándolos a beber agua salada con sustancias químicas. A otros les inocularon el patógeno de la malaria para generar un flemón y probar en ellos el efecto de medicamentos. Todos estos experimentos costaron la vida a cientos de personas.
“Las enfermerías de los campos de concentración, en todo caso la de Dachau, nada tienen que ver con la imagen que normalmente se tiene de (…) los hospitales. La enfermería en Dachau era un sitio inhóspito que carecía de todo ese ambiente que destila un personal médico solícito (…). Detrás de toda esa falsa apariencia, se ocultaba la más absoluta ignorancia de los principios fundamentales de higiene y de asepsia. Y precisamente esto era lo que revelaba el estado mental de los médicos de la SS, cuya encomienda no era otra más que la de atender a seres inferiores, que éramos nosotros.”