5 Jourhaus: la puerta al campo de prisioneros
El Jourhaus era la puerta del campo de prisioneros que, según la nomenclatura oficial de la SS, se llamaba “campo de arresto precautorio”. Este edificio era también sede de oficinas tanto de la Sección Política como de las unidades de la SS responsables del campo. Fue erigido por prisioneros en 1936 como parte de las obras del nuevo campo. El término Jourhaus tiene sus raíces en la jerga militar. Jour significa día en francés, mientras que Haus es casa en alemán; por lo tanto, en el Jourhaus se alojaba el servicio diurno. La dirección de turno designaba el trabajo a los internos, controlaba los barracones, solicitaba las sanciones y organizaba los grupos de custodia. Desde el punto de vista de los reclusos, el Jourhaus era el símbolo del poderío de la SS.
La SS designaba y controlaba a los “prisioneros con funciones” que, al asumir toda una serie de tareas relacionadas con la custodia, el control y la administración, se tornaban completamente dependientes de ella. Estaban obligados a cumplir sus órdenes, aun cuando estas significasen una amenaza para la salud y la vida de sus compañeros de reclusión, ya que, de no hacerlo, serían ellos víctimas de su castigo. Pero, a pesar de todo, muchos supieron aprovechar sus puestos para proteger a sus compañeros. El empleo de los “prisioneros con funciones” fue uno de los instrumentos de dominio de la SS.
Todo prisionero recién llegado pasaba por la puerta de hierro forjado del Jourhaus con la inscripción que dice “El trabajo libera”. Esta consigna es reflejo de cómo la propaganda nacionalsocialista trivializaba la realidad con el propósito de que los campos de concentración fueran vistos como “campos de trabajo y de educación”. Pero también es muestra de injuria a los prisioneros, pues los trabajos forzados eran, en efecto, un instrumento de exterminio y de terror de la SS.
“En la entrada se abrió una puerta de hierro forjado. [...] A través del alambre de espino, los barracones refulgían verdosos. Se notaba a leguas que todo estaba siempre pulcrísimo y que en el suelo no había ni el más ínfimo trocito de papel. Pero sobre todo aquello yacía algo inexorable, algo terrible, algo gélido. En la vida había percibido jamás un entorno tan peligroso y tan hostil”.